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Los niños ponen a prueba los límites a medida que crecen y se desarrollan. Este hecho puede manifestarse mediante una actitud autoritaria, insolente, perturbadora o desobediente. Reconoce que estos estallidos de mal comportamiento son una parte normal del desarrollo humano. Por suerte, si entiendes cómo volver a dirigir la conducta negativa y fomentar una actitud positiva, podrás enseñar a tus hijos a enfrentar los retos de la vida y desarrollar un buen carácter.

Método 1
Método 1 de 3:

Analizar tus expectativas

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  1. Tú eres el primer maestro y el más influyente de tu hijo. Si tu propia actitud hacia la vida es negativa, la de tu hijo también lo será. ¿Cómo respondes ante una situación frustrante? ¿Cómo tratas a tus amigos, seres queridos o empleados? ¿Cuál es tu reacción cuando sientes que vives una situación injusta? Tu hijo absorbe (o refleja) las conductas que tú le enseñas. [1]
  2. Los problemas de actitud son un indicio de los desafíos que tu hijo enfrenta al forcejear con las dimensiones únicas de cada etapa a lo largo del trayecto, que va desde la infancia hasta la adultez.
    • Los bebés y los niños pequeños que muestran problemas de actitud posiblemente estén poniendo a prueba tus reacciones para aprender sobre los límites de la conducta correcta. Procura ser un padre atento cuando tu hijo participe activamente en juegos positivos; él se dará cuenta de que no necesita provocar tu ira para recibir atención.
    • En sus primeros años de escuela primaria, los niños tienen la edad suficiente como para aprender de las consecuencias. Los niños que cursan la escuela primaria también reciben cada vez más influencias de la conducta de sus amigos y compañeros de juego. Empieza a establecer reglas sobre la conducta que deben tener cuando están rodeados por adultos. [2]
    • A medida que los niños se adentran en los años de la pubertad y de la adolescencia, empiezan a tener más conciencia de sí mismos, o desarrollan su propia identidad única. Tu rol es ayudarlos a superar esta etapa a menudo confusa, fijando expectativas claras, manifestando respeto (que ellos deben retribuir) y concediéndoles grandes dosis de atención. [3]
  3. Considera cómo tu hijo aprende mejor. Por ejemplo, algunos niños responden bien a las indicaciones habladas, mientras que otros son más visuales y es posible que debas plasmar tus expectativas en papel o demostrarles físicamente la conducta que deseas fomentar.
    • Entiende lo que su hijo es y no es capaz de lograr. Por ejemplo, una niña que lucha contra el trastorno de déficit de atención con hiperactividad puede estar “ignorándote”, no porque tenga una mala actitud, sino porque le cuesta procesar las olas de información que recibe del mundo que la rodea.
    • A veces los niños que afrontan expectativas poco realistas pueden reaccionar dándose completamente por vencidos en lugar de continuar luchando por conquistar lo que es, para ellos, una tarea imposible.
    • Reconoce el “punto de partida” específico de tu hijo y luego trabaja desde ahí para establecer expectativas con respecto a su conducta. [4]
  4. Mira hacia el futuro y piensa en los atributos que quisieras que su hijo poseyera. ¿Quieres que sea amable? Da prioridad a enseñarle cómo ser amable. ¿Quisieras que fuera responsable? Enséñale a ser responsable. Si deseas que tu hijo pase tiempo contigo durante su adolescencia y las primeras etapas de su adultez, pasa tiempo con tu hijo mientras él es joven. [5]
  5. Elige una conducta en la cual enfocarte y sé específico en cuanto a tus parámetros. Por ejemplo, en lugar de fijar una meta vaga como “Quiero que mi hijo me escuche”, opta por algo concreto: "Quiero que mi hijo termine su tarea todos los días". Una vez que tú y tu hijo hayan progresado considerablemente hacia esa meta, podrás dar el siguiente paso: "Quiero que mi hijo no manifieste ninguna actitud negativa cuando hablemos sobre la tarea" o "Quiero desarrollar la práctica de entablar una amable conversación de 5 minutos sobre la escuela con mi hijo todos los días". [6]
  6. ¡Las mejoras cuentan! Ninguno de nosotros puede llegar a la perfección. Céntrate en el progreso de tu hijo hacia el cumplimiento de tus expectativas de conducta. No te desanimes si tu hijo ha tenido un mal día; recuerda que cada mañana es un nuevo comienzo. [7]
  7. Di lo que pretendes hacer, haz lo que dices y procede a tomar las medidas establecidas. [8] Asegúrate de que todos en casa sigan las mismas reglas. Tú y tu cónyuge deben compartir las mismas expectativas y tomar las mismas medidas.
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Método 2
Método 2 de 3:

Redirigir la conducta negativa

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  1. Los niños se desarrollan positivamente cuando se sienten seguros en su entorno y entienden lo que se espera de ellos. [9] Desarrolla una estructura familiar consistente y aplica medidas lógicas si no se cumplen estas expectativas.
  2. Evita responder con enojo ante la mala actitud de tu hijo. En lugar de ello, comunica tu petición con calma y luego retírate. [10] En caso de que tu hijo sea más pequeño y pueda ponerse en una situación de peligro, si te retiras, estarías ignorando la mala conducta de tu hijo de forma selectiva, pero seguirías supervisándolo activamente. Si tu hijo es más grande o se encuentra en circunstancias seguras, sal de la habitación (siempre permanece a poca distancia, si se trata de un niño pequeño).
    • Aunque a menudo es recomendable contar hasta tres, cinco o diez como una forma de reorientar la conducta de un niño, puede esto resultar aun más beneficioso para un padre atormentado. Cuenta en tu cabeza antes de responder a la conducta frustrante de tu hijo. Si lo haces, tendrás unos cuantos segundos para volver a agrupar y calmar tus propias emociones exaltadas. [11]
  3. Permite que la realidad sea el maestro de tu hijo. Aplica las medidas que has establecido para la mala conducta. Por ejemplo, si has dicho a tu hija que, si responde a tus órdenes con sarcasmo, no podrá asistir al partido de fútbol del viernes, mantente firme en tu postura. Ella aprenderá que una mala conducta tiene consecuencias reales. [12]
    • Haz recordar los problemas a tu hijo, pero hazlo responsable de las consecuencias. En ocasiones, un cerebro en desarrollo olvida lo que se le ha ordenado, así que debe permitir cierto margen de tolerancia durante el primer par de recordatorios. También podrías probar escribiendo el recordatorio. Considera la opción de desarrollar un sistema de “advertencias”, pero toma las medidas necesarias si no se presta atención a dichas advertencias. [13]
    • Recuerda que, para alcanzar la meta a largo plazo de lograr un buen comportamiento, es posible que debas lidiar con una incomodidad personal a corto plazo. Posiblemente hayas oído que “al castigar al hijo, se castiga al padre” y, mientras oyes una furiosa pataleta o tratas a un adolescente enojado, reconocerás la verdad de esta idea. Sin embargo, al fin y al cabo, tu trabajo como padre es superar la incomodidad inmediata de una situación, al tiempo que reconoces los beneficios a largo plazo que están en juego.
  4. [14] Con frecuencia los niños presentan malas actitudes y otros, mala conducta porque sienten que han perdido el control. La reclusión interrumpe el ciclo de esta conducta y brinda al niño un momento para reponerse y reflexionar. Puedes determinar la duración de la reclusión según la edad de tu hijo (por ejemplo, para un niño de dos años, pueden ser dos minutos).
  5. Asegúrate de que el privilegio anulado se relacione de alguna forma con la mala conducta que intentas corregir. Por ejemplo, si tu hijo se rehúsa a apagar su consola de videojuegos, puedes prohibirle jugar todo el día.
    • Esta técnica funciona mejor como parte de una estrategia de manejo de la conducta planificada previamente. Siéntate con tus hijos y toma decisiones basándote en las conductas que esperas, y en los privilegios de los que ellos gozarán a cambio. Por ejemplo, pueden acordar que tu hijo goce del privilegio de mirar su programa de televisión favorito si termina su tarea sin protestar. Si creas un sistema, tus hijos aprenderán que, con mayores privilegios, vienen mayores responsabilidades. [15]
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Método 3
Método 3 de 3:

Usar refuerzo positivo

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  1. Si tu hijo ha demostrado una excelente actitud, díselo. Felicita la conducta de tu hijo; por ejemplo, en lugar de decir “buen chico”, elógialo por la gran forma en la que jugó con su hermanito. Nadie puede ser “bueno” todo el tiempo pero, si felicitas a tu hijo por una acción específica, lo ayudarás a reconocer que tú estás notando sus esfuerzos.
    • Felicita a su hijo de diversas formas. Puedes dejar a tu hijo una nota o felicitarlo por diferentes aspectos de su conducta.
    • No exageres. Felicita el esfuerzo genuino y responde a las señales de tu hijo. Si él está emocionado por su arduo trabajo o su éxito, refuerza su autoestima con palabras de elogio.
    • Enseña a tu hijo a sentirse cómodo al dar y recibir cumplidos.
    • Evita usar palabras de elogio para lograr objetivos ocultos. Los niños son inteligentes. "Me gusta tu nuevo guardarropas" puede interpretarse fácilmente como "Gracias a Dios cambiaste ese estilo que no me gustaba". [16]
  2. Cuando identifiques evidencias de malas actitudes (o buenas actitudes) en la vida cotidiana, díselo a tu hijo. Él captará e interiorizará las lecciones al ver a alguien hacer berrinche (¡y verse ridículo!) o al servir amablemente la mesa (y tal vez recibir una propia por sus esfuerzos). [17]
    • Los libros para niños pueden ser una excelente forma de enseñar a los niños más pequeños ejemplos de cómo (y cómo no) comportarse. [18]
  3. No le haces ningún favor a tu hijo cuando compensas su mala actitud asumiendo tareas que él debería hacer. Los niños desarrollan su autoestima al aprender a asumir la responsabilidad de sus acciones y al volverse competentes en las tareas básicas de la vida. Utiliza los elogios y otros motivadores para estimular positivamente a tu hijo cuando asuma responsabilidades. [19]
  4. Los niños más pequeños pueden beneficiarse de un cuadro de recompensas. Relaciona las recompensas con la conducta en sí. Por ejemplo, un niño que se esfuerza por no hacer berrinche cuando tiene que bañarse podría ganarse un nuevo juego de toallas suaves de su color favorito.
    • Procura no excederte con las recompensas. Tu principal objetivo es inculcar la autodisciplina. Usa los elogios y los estímulos para ayudar a tu hijo a entender que las recompensas son formas a corto plazo de inculcar la conducta positiva. [20]
  5. A veces a los padres les preocupa perder su autoridad si se comprometen. Aunque debes mantenerte firme en relación con las expectativas y consecuencias una vez establecidas las reglas, si haces a tu hijo partícipe del proceso en el que tú fijas las reglas, él aprenderá valiosas habilidades para tomar decisiones. Al establecer reglas con él, también ayudas a tus hijos mayores a sentirse respetados al tiempo que empiezan a reafirmar su independencia. Por ejemplo, puedes negociar para retrasar un poco la hora de acostarse, con la condición de que tu hijo pase la media hora adicional en la cama, leyendo. [21]
  6. [22] Disfruta de tu relación con tu hijo. Asegúrate de ir incorporando oportunidades de diversión pura y deleite en su rutina. Si tu relación con tu hijo tiene bases sólidas, será mucho más probable que él responda bien a comentarios amables y bienintencionados que arrojan luz sobre los elementos más absurdos de una mala actitud.
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Advertencias

  • En ocasiones los problemas pueden ser un signo de problemas mentales más graves. Confía en tu instinto. Si tu hijo no responde a medidas correctivas comunes y tienes inquietudes serias sobre su conducta, consulta con un médico.
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