Los santos son personas que, según las creencias de los cristianos, particularmente los de la iglesia católica romana, han sido los sirvientes de Dios más sagrados y virtuosos. Los santos se celebran a través de oraciones, días en el calendario sagrado y mediante el arte y la iconografía presente en las iglesias, y sus vidas son veneradas como ejemplos a seguir para el resto de los creyentes. A pesar de que existen miles de santos reconocidos, o “canonizados” a lo largo de los siglos, es increíblemente poco común alcanzar este honor póstumo. Se ha efectuado un gran número de revisiones sobre el riguroso procedimiento de canonización a lo largo de la historia de la iglesia. Aquí encontrarás lo que necesitas saber para conocer este proceso de la Iglesia católica:
Pasos
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Vuélvete católico. Los santos modernos del catolicismo romano son todos católicos, por lo tanto, si aún no has sido bautizado y confirmado en la iglesia, trata de hacerlo ahora mismo.
- Si has estado viviendo una vida de pecado hasta ahora, no te preocupes, muchos santos fueron pecadores que padecieron cambios radicales en sus vidas cuando se unieron a la iglesia. Es algo engañoso, pero aún puedes lograr santidad si tienes una conversación milagrosa y luego te alejas de tus degradaciones para asumir una vida de virtud.
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Vive una vida piadosa y ejemplar. Existen muchas formas diferentes de hacer esto: desde confortar a los enfermos y moribundos, difundir la palabra de Dios, luchar contra la pobreza y la opresión, hasta dedicar tu vida a estudios académicos. Cualquiera que sea la opción que elijas, debe ser virtuosa, desinteresada y memorable. No intentes convertirte en un santo explícitamente, sólo concéntrate en ser el mejor cristiano y el más compasivo que puedas ser. Sé humilde y trabaja para servir a Dios y haz una diferencia positiva en la vida de los demás.
- Unirte a la iglesia como un sacerdote o monja es un buen comienzo, pero no es obligatorio. El Vaticano trabaja muy duro para identificar laicos que puedan ser candidatos para la santidad.
- ¡Piensa en grande! Algunos santos reciben menciones de honor por servicios extraordinarios a un pequeño grupo de personas pertenecientes a una comunidad local, pero es más probable que tu vida ejemplar sea reconocida si tienes un impacto notable mucho mayor, más global.
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Realiza al menos dos milagros. Los milagros son eventos extraordinarios que normalmente no pueden ser producto de las acciones de los humanos, y por tal motivo, son atribuidos a la intervención de un poder sobrenatural y divino. La cura inexplicable de personas incurables, heridas o moribundas es un clásico, como también interceder en la detención o el rescate milagroso de una persona en un desastre inminente. Sin embargo, en realidad, un milagro puede no ser inexplicable, sino más bien un fenómeno benevolente que puedas evocar. Sólo recuerda, no eres tú quien está realizando esos milagros: es Dios quien lo hace a través de ti.
- Técnicamente no es necesario que lleves a cabo estos milagros en vida, en vez de eso podrías interceder desde el cielo para hacer que los milagros sucedan. Sin embargo, eso no te garantiza que serás reconocido por los milagros que hagas luego de tu muerte, por lo que no causaría ningún daño apartar este requerimiento de tu camino tan pronto como sea posible.
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Muere. No hay forma de evitar esto: la santidad es un título póstumo. De hecho, el proceso de canonización sólo comienza luego de un mínimo de cinco años luego de la muerte del sujeto.
- Si es posible, intenta ser martirizado por tu fe. Esto ocurre cada vez menos en estos días, pero el hecho de ser asesinado por negarte a renunciar a las creencias de tu religión (católica), asegura que tú y tu caso de santidad se puedan notar.
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Desarrolla una “devoción” local de las personas que recuerden tu santidad para que oren por ti. Con algo de optimismo, esto debería surgir naturalmente gracias a tu vida y a tus trabajos extraordinarios.
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Haz que tu obispo local inicie una “causa” con la congregación del Vaticano para las Causas de los Santos. Esto hará que la rueda comience a girar, pero deberás transitar un largo camino antes de que el proceso de canonización se complete.
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Haz que la iglesia te investigue. Un postulante debe empaparse de los detalles de tu vida, tus trabajos y tus escritos. Cualquier milagro que se te haya atribuido, también será investigado a fondo en forma escéptica. Asegúrate de estar completamente limpio, sin manchas, ya que nada quedará fuera de juicio para esta investigación, y un “abogado del diablo” estará cerca para pelear en contra de tu caso.
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Sé reconocido por el Papa como alguien “venerable”. Esto es simplemente un reconocimiento de haber vivido una vida especialmente sagrada, o haber sido martirizado, pero es solo el primer paso en el proceso de canonización.
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Haz que verifiquen tu primer milagro y sé “beatificado” por el Papa. Una vez que lo logres, serás llamado “bendecido” y te dedicarán un día festivo en tu diócesis local, tu orden religiosa y en los lugares significantes en la obras de tu vida.
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Haz que verifiquen tu segundo milagro y conviértete en santo. Si el Vaticano reconoce un segundo milagro atribuible a ti, el Papa podría nombrarte Santo. Te asignarán un día festivo que puede celebrarse por los católicos en cualquier lugar, e incluso pueden nombrar iglesias en tu honor.
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Responde a las plegarias. Ahora que los católicos tienen permitido venerarte oficialmente, pueden pedirte que hables con Dios en su nombre.Anuncio
Consejos
- Reza. Al parecer Dios generalmente guía a los fieles de acuerdo con Su voluntad.
- Un verdadero santo no tendrá como objetivo volverse santo. Al contrario, los santos a menudo tienen la humildad y la devoción de ser apáticos o incluso oponerse a la idea de la canonización.
- Encuentra una causa que consideres importante, y apégate a ella.
- Ve a la iglesia.
Advertencias
- No intentes manipular a la población eclesiástica para que te canonicen. Esto es no sólo inmoral, sino que también es probable que te metas en grandes problemas con la iglesia y con Dios.
- Vivir una vida que realmente merezca la santidad, a menudo resulta doloroso y muy duro. El desinterés no surge naturalmente de la mayoría de las personas. No le pidas a Dios nada que no vayas a poder soportar.