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Algunas personas temen ruborizarse tanto como otras tienen miedo a las serpientes o a tener accidentes de auto. Sin embargo, no tiene por qué ser así. Entender por qué las personas se sonrojan y cómo lidiar con ello en situaciones sociales puede realmente ayudar a minimizar la frecuencia con la que te sucede, haciendo que la vida sea un poco más agradable y que las situaciones sociales parezcan menos desalentadoras.

Método 1
Método 1 de 3:

Lidiar con el hecho de ruborizarte en situaciones sociales

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  1. Dado que la mayoría de las personas se sonrojan porque se sienten avergonzadas, llamar la atención sobre el rubor puede ayudarte a desactivar el flujo adicional de sangre a tu rostro. Una vez que lo señales, descubrirás cómo lo ven los demás, que es la indiferencia en muchos casos. Cuando veas que a los demás no les importa, la sensación de vergüenza disminuirá, lo que ayudará a que el rubor desaparezca más rápido.
    • Si sueles sonrojarte fácilmente y quieres minimizar los comentarios al respecto, puedes decir algo la próxima vez que te sonrojes como "Sí, mi piel se está volviendo roja. Me sucede cuando siento vergüenza o estrés".
  2. Si sientes que el cuello y las mejillas se ruborizan, en vez de avergonzarte y salir corriendo, haz una broma al respecto o ríete de tu cambio de tono de piel. Hacer un chiste sobre tu idiosincrasia y compartirlo antes de que los demás tengan la oportunidad de decir algo al respecto también puede minimizar tu vergüenza. [1]
    • Haz un chiste sobre el color rojo de tu piel, como "¡Guau! Me acabo de poner tan rojo como la botella de cátsup!".
    • Ríete de la situación al decir algo así como "¡Solo de pensarlo me pongo rojo!".
  3. Sonrojarse puede ser vergonzoso en sí y hacer que quieras salir corriendo. En algunos casos, puedes hacerlo. Si te encuentras en una situación en la que no es requisito que estés presente, aprovecha un momento en el que nadie te mire y escabúllete fuera de la sala o zona. Una vez que estés lejos de las personas, tómate un momento para calmarte y esperar a que el rubor desaparezca antes de regresar.
    • Visualízate sin sonrojarte para ayudar a desactivar el reflejo de rubor.
  4. Si bien puedes lidiar con una situación de sonrojo al llevar la atención sobre el mismo para que las personas dejen de sentir curiosidad o se burlen de ti, también puedes optar por evitar llamar la atención sobre tu rostro rojo. Para ello, distrae a las personas para que centren su atención en otro lugar. Puedes hacerlo al señalar una vista interesante o al reclutar a un compañero para que te ayude en situaciones embarazosas.
    • Puedes establecer un sistema con un compañero en el que le hagas una señal y se acerque con una distracción que dure hasta que el rubor desaparezca.
    • Esta señal para tu amigo puede ser abrir mucho los ojos, asentir con la cabeza o incluso una frase que ambos reconozcan, como "hoy hace calor".
  5. Algunos estudios demuestran que tu estado de ánimo y emociones pueden ser dictados por la expresión facial, incluso si te sientes de una manera diferente a lo que dice tu rostro. Por ejemplo, si haces un esfuerzo concentrado por sonreír más, es más probable que te sientas más feliz con más frecuencia. [2]
    • Si tienes la tentación de sonrojarte por vergüenza, pon una expresión facial opuesta, como una sonrisa confiada en lugar de un ceño fruncido o la frente arrugada.
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Método 2
Método 2 de 3:

Lidiar con el hecho de ruborizarte de forma crónica

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  1. Ruborizarse es una respuesta fisiológica natural ante las situaciones incómodas. Aunque algunas personas sufren de rubor crónico (se ruborizan con frecuencia por razones no evidentes), reconocer que es una parte normal de la fisiología humana puede ser una forma de ayudar a dejar de intentar controlarlo. [3]
    • Tratar de forzarse a dejar de hacer algo a menudo puede ser contraproducente, y no causará ningún cambio o podría incluso aumentar los síntomas. Dejar de lado este control a menudo permite que tu cuerpo se relaje.
    • Repite en tu mente que es lo que hace el cuerpo al adoptar un mantra personal como "Esto es simplemente lo que hace mi cuerpo. No me gusta que lo haga, pero es mi forma de ser".
  2. Otra forma de lidiar con el rubor frecuente que carece de una causa específica es intentar ruborizarse en momentos concretos. Elige tres veces al día e intenta ruborizarte durante unos cinco minutos cada vez. Anota cada vez que lo logres. [4]
    • Este ejercicio muestra que tienes más control sobre el rubor de lo que creías, y te ayudará a aceptar la incertidumbre de ruborizarte cuando no es tu intención.
    • Intenta sonrojarte un par de veces al día en casa al principio, pero haz la transición a hacerlo también cuando salgas en público.
    • Lleva la cuenta de las veces que te sonrojas, tanto intencionalmente como sin querer. Puede ser útil tener dos listas para cada tipo de rubor para ver si el accidental disminuye.
  3. Analiza tus sentimientos sobre el rubor al escribir en un diario o hablar con alguien, como un amigo de confianza o un consejero. Pregúntate cosas como qué significa el rubor para ti, por qué crees que te sucede y cuáles son sus consecuencias en varios contextos.
    • Una técnica de terapia consiste en imaginar el peor escenario posible para que puedas ver que las cosas no son tan malas como el miedo te hace creer que son. [5]
    • Explorar tus motivaciones para acciones específicas te ayuda a priorizar tus comportamientos y cambiarlos para bien.
  4. No te castigues cuando te sonrojes. Escucha lo que te dices a ti mismo la próxima vez que te ruborices. Es probable que sea un discurso negativo, y si es así, es importante que te esfuerces para transformar este crítico interior en uno positivo. Castigarte con un discurso negativo puede hacer que entres en un ciclo de vergüenza que te haga repetir el comportamiento indeseado. Perdonarte es la clave para detener estos comportamientos. [6]
    • En cambio, trátate como tratarías a un amigo que se acercara con tristeza por haber hecho algo que no ha querido hacer. Lo escucharías y le recordarías sus buenas habilidades, ¿verdad? Hazlo contigo después de ruborizarte y en el momento.
  5. En ocasiones, no podrás resolver el rubor crónico por tu cuenta, y eso está bien. Un tipo de terapia llamada terapia cognitivo conductual (TCC) puede ayudar a los pacientes a entender por qué se ruborizan y a entrenar su mente para pensar de forma diferente al respecto. Algunos terapeutas de TCC señalan que la causa principal del rubor crónico es la ansiedad social, que pueden tratar en sesiones regulares. [7]
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Método 3
Método 3 de 3:

Comprender por qué te ruborizas

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  1. Muchos terapeutas han descubierto que la causa principal de ruborizarte es la ansiedad social. Esto se debe a que han encontrado una correlación directa; tratar a los pacientes por la ansiedad social hace que dejen de ruborizarse. Hay quienes dicen que las personas se siguen sonrojando debido a la ansiedad, y que cambiar la forma de pensar sobre la ansiedad hará que el problema se resuelva como un subproducto. [8]
    • La terapia cognitivo conductual es un tipo de terapia que vuelve a entrenar la mente para creer, pensar y sentir de una manera diferente sobre las cosas que desencadenan la ansiedad social.
    • Por ejemplo, si evitas entrar en salas donde hay muchas personas, la TCC muestra que entrar en esa sala no es tan aterrador como piensas. De hecho, muestra que evitar esa sala en realidad te hace sentir más ansiedad.
    • La TCC te ayuda a tomar el control de tus ansiedades en vez de permitir que te controlen.
  2. Si bien ruborizarse es una acción del cuerpo físico, se produce debido a una respuesta emocional. Las personas que se sonrojan de forma crónica no siempre entienden por qué les sucede, y a veces la razón puede remontarse a una experiencia traumática vivida años antes que provocó una reacción de ruborizarse. [9]
    • Por más que no sientas lo mismo que antes sobre esta situación, las referencias a ella o a experiencias similares pueden hacer que tu rostro se encienda con un rubor al rojo vivo.
    • Comprender que tienes una reacción emocional más que una lógica puede ayudarte a entender el motivo de por qué te sonrojas.
  3. En ocasiones, situaciones, comentarios o experiencias específicos pueden hacer que te sonrojes. Si logras reconocer un factor desencadenante antes de ruborizarte, podrás evitarlo por completo. Cosas como que te pongan en un aprieto, que te sientas avergonzado o que tengas miedo de ruborizarte pueden ser factores desencadenantes del rubor.
    • Escribe cuándo te sonrojas y qué lo provoca. Después de unas semanas o meses, lee la lista y reconoce tus factores desencadenantes.
  4. Los seres humanos están "diseñados" para ruborizarse. Se ha descubierto que esto "amortigua" los golpes sociales porque invita a la compasión. También puede interpretarse como señales de ser genuino, lo que acerca a quienes te rodean en vez de alejarlos. De hecho, suele "suavizar" las traiciones y los errores en vez de empeorarlos [10]
    • Una vez que veas que ruborizarte es algo bueno, dejarás de tener miedo a que te ocurra.
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Consejos

  • Enfrenta tus miedos en vez de huir de ellos cuando comiences a sentir que estás por ruborizarte. Recuerda que huir de un problema podría ser efectivo, pero no resolverá nada. Además, ten en cuenta que las cosas no suelen ser tan malas como parece.
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Advertencias

  • Si usas la estrategia del humor o reírte para deshacerte del rubor, no hagas una broma a costa de los demás. Puede ser tentador hacerlo porque quizás sea una salida fácil, pero esto anula el propósito del comportamiento, que es una respuesta fisiológica para fomentar la simpatía en los demás.
  • Ruborizarse de forma excesiva puede ser una señal de una afección médica no relacionada con el rubor. Si tienes síntomas que acompañan al rubor en el rostro, ponte en contacto con un médico. Si te ruborizas sin ningún factor desencadenante visible, evalúa tu cuerpo en busca de señales de estas otras afecciones:
    • Los síntomas de la rosácea incluyen rubor, enrojecimiento persistente, venas visibles, protuberancias y espinillas. [11]
    • El rostro también puede volverse rojo debido a la ingesta de alcohol, la fiebre, una reacción a medicamentos, la menopausia, la enfermedad de Cushing y el síndrome carcinoide. [12]
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