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A todos nos ha pasado: definitivamente tienes hambre, pero en realidad no tienes ganas de comer nada. Las causas de esta sensación son muchas. Para algunos, puede deberse a una enfermedad. Para otros, pueden ser problemas circunstanciales o de depresión. De cualquier modo, si esto te ha pasado, hay muchas cosas, tanto mentales como físicas, que puedes hacer para que tu apetito vuelva a estar en sintonía con el resto de tu cuerpo.

Método 1
Método 1 de 2:

Abrirte el apetito físicamente

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  1. No tener apetito mientras técnicamente se tiene hambre suele ser algo temporal. Sea cual sea el motivo por el cual te sientas así, en cualquier momento tu apetito por fin se pondrá en sintonía con el resto de tu cuerpo. Si no tienes necesariamente que comer en este instante, es mejor dejarlo para después hasta que llegues al punto en que puedas disfrutar de una comida de verdad.
  2. Es muy probable que tu cuerpo en realidad esté demasiado cansado para enviar las señales correctas de hambre al cerebro. Si sientes el mínimo de sueño, se recomienda tomar una siesta rápida para ayudar a reponer las energías. Incluso una siesta corta de media hora será beneficiosa para recuperar el apetito normal.
  3. Nada abre más el apetito que una caminata o un buen trote. Hacer un poco de ejercicio moderado ayudará a estimular el cuerpo y hacerle recordar para qué necesitas la energía de la comida.
    • Desde luego que, si no tienes apetito, quizá sea porque no te sientes bien en otras áreas. El ejercicio se recomienda en muchos casos, pero si te sientes enfermo, lo mejor quizá sea solo tomar una siesta.
  4. Puede decirse que la mejor medida que puedes tomar para incrementar tu apetito es tomar agua. Esta llenará el estómago por un periodo corto de tiempo y con suerte te estimulará para que le envíes más.
  5. Si has hecho lo que has podido y todavía no estás seguro de si comer algo, el mejor consejo posible es comer algo pequeño y hacerlo lentamente. Aunque solo te sirvas una fracción de tu comida normal, las porciones manejables serán mucho menos intimidantes que una comida completa. [1]
    • Asegúrate de estar lo más relajado posible. Si te sientes tenso y de verdad no quieres comer, tu reflejo nauseoso podría activarse mientras tratas de comer.
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Método 2
Método 2 de 2:

Saltar las vallas psicológicas

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  1. Si bien tiene poco que ver con el acto de comer en sí, te ayudará mucho reconocer y comprender los motivos específicos por los cuales podrías estar sintiéndote así. Sentirse triste puede deberse a muchas cosas. Asimismo, podría haber factores biológicos en juego que estén causándote depresión. El solo hecho de contextualizar estos sentimientos y procesarlos activamente harán que el acto de comer parezca mucho más fácil. [2]
    • Recordar los beneficios prácticos (y necesarios) que los alimentos aportan a la salud es igual de importante que los pasos sicológicos que se puedan tomar. Si ves que comer es una necesidad absoluta, podrías sentirte más inclinado a hacerlo.
  2. Comer mirando televisión suele verse como algo negativo y una de las causas por las que la gente come en exceso. En realidad, mirar televisión podría beneficiarte, ya que podrás comer sin que le prestes atención. [3]
  3. Si te cuesta comer mucho, puedes empezar de a pocos. En vez de verlo como una tarea, tómalo como una experiencia sensorial. Busca alimentos que te encanten y pruébalos meramente con la intención de juzgar, y disfrutar su sabor y sensación.
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Consejos

  • Cuando la comida llega al estómago, normalmente se empieza a tener mucha más hambre. Una vez que pases la valla de las primeras cucharadas, ¡quizá ya ni sientas que es una lucha!
  • La autosugestión también ayuda. Imagina que la comida es combustible. Repítete que vas a comer pase lo que pase. Sé firme.
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Advertencias

  • No comer teniendo hambre es un síntoma de depresión. Si crees que este podría ser tu caso, es recomendable hablar con un amigo de confianza o un profesional médico para que recibas la ayuda que mereces. [4]
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