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El esófago es el tubo muscular que conecta la boca con el estómago. Cuando un perro come, la comida es tragada y empujada hacia abajo a través de este tubo por medio de contracciones musculares coordinadas que la llevan hacia el estómago. Cuando un perro sufre de megaesófago, este proceso no funciona con tanta tranquilidad y la comida se queda en el esófago o se acumula en una bolsa dilatada que se forma encima de la entrada del estómago (esfínter gástrico). Afortunadamente, alimentar a tu perro correctamente y experimentar con su dieta puede aliviar los síntomas de esta condición y hacer que las comidas no conlleven ninguna preocupación.

Parte 1
Parte 1 de 3:

Alimentar a un perro con megaesófago

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  1. La postura normal de un perro para alimentarse consiste en pararse sobre sus cuatro patas con la cabeza hacia abajo y comer de un plato en el piso; esto no sirve para un perro con megaesófago. El remedio más simple es hacer que la gravedad funcione alimentando al perro desde un recipiente elevado. El ángulo óptimo que se debe formar entre la columna, el cuello y el piso es de 45 a 90°. [1]
    • Para lograr esto, coloca el plato de comida en una silla o en una mesa baja, dependiendo del tamaño del perro. Por ejemplo, para un Labrador, lo ideal sería poner la comida en una superficie elevada a 60 o 90 cm (dos o tres pies) del suelo. A esta altura es posible que el perro quiera poner sus patas en la superficie elevada para alcanzar la comida, lo cual es una ventaja, porque elevará las patas delanteras y el estómago reposará en una posición baja.
    • En términos anatómicos, cuando el perro come “normalmente”, la comida que traga va “hacia arriba” desde su boca hasta su estómago. Un perro con megaesófago no tiene las contracciones musculares necesarias para que la comida suba en contra de la gravedad y llegue al esfínter gástrico que resguarda la entrada al estómago.
  2. Además, después de terminar de comer, debe descansar en una posición similar, elevando las patas y la cabeza. La comida no pasa instantáneamente al estómago; si lo mantienes en esa postura por diez o veinte minutos después de comer, es posible que la gravedad ayude.
    • Para lograr esto, haz que tu perro se ponga encima de unas cuantas almohadas o mantas. Con el tiempo puedes entrenarlo para sentarse así después de comer, de modo que lo haga inclusive cuando tú no estás cerca.
  3. Un perro con un anillo vascular anómalo a menudo tiene un lumen angosto pero patente en el esófago y, con frecuencia, puede beber fluidos y retenerlos. Esto se debe a que el líquido puede pasar a través del lumen angosto, en cambio, la comida se atascará y regresará. Si no es posible intervenir quirúrgicamente, debes alimentarlo desde un plato elevado (revisa más arriba) y seguir una dieta líquida.
    • Las dietas medicadas especiales con alto contenido de calorías vienen en forma de paté en una lata, pero cuando se les aplasta con un tenedor (sin necesidad de añadir agua) se vuelven líquidas. Esta es una forma efectiva de darle una dieta balanceada que pueda manejar adecuadamente.
    • Otra opción es alimentarlo con una dieta regular, pero licuarla antes de servirla, de modo que la comida adquiera una consistencia de avena o papilla.
  4. Además de la dieta líquida, vale la pena experimentar con distintos tipos de texturas, desde comida seca hasta comida granulada o desde comida húmeda hasta comida con una consistencia de papilla. No hay reglas establecidas con respecto a la textura que un megaesófago podría tolerar mejor. A veces los fluidos se deslizan bien, otras veces darle a los músculos del esófago algo para sujetarse, como comida en grandes volúmenes, puede maximizar la contractilidad.
    • Preparar “albóndigas” de galletas secas granuladas con comida enlatada puede servir. Estas se deben dar con la mano, una a la vez. Tal vez sea la forma redonda que le da al esófago algo para sujetarse o la alimentación con la mano que hace que el perro coma más despacio, pero a veces esta receta funciona.
  5. Además de regurgitar la comida que no fue digerida, un perro con megaesófago podría bajar de peso debido a que no obtiene los requerimientos calóricos diarios totales. Si has cambiado la dieta de tu perro y formas de ingesta, pero sigue bajo de peso o pierde aún más peso, comunícate con el veterinario de inmediato. La nutrición adecuada es esencial para la salud de tu perro.
    • La clave para cuidar a un perro con megaesófago es alimentarlo de una forma que maximice la posibilidad de que la comida pase con éxito hacia el estómago. Si esto no sirve, podrías tener que explorar otras opciones médicas.
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Parte 2
Parte 2 de 3:

Darle un tratamiento médico a tu perro

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  1. En algunos perros la motilidad es normal, pero una irregularidad anatómica, como un anillo vascular anómalo, evita que la comida pase a lo largo de todo el esófago. En las manos de un cirujano torácico con experiencia, esta condición se puede corregir. Los vasos sanguíneos anormales se pueden ligar y seccionar quirúrgicamente, lo cual libera al esófago del anillo que los constriñe.
    • Un anillo vascular anómalo es una condición congénita que se produce en el feto cuando un vaso sanguíneo crece en el lugar equivocado y envuelve al esófago. Esto tiene un efecto similar a poner en pie en una manguera, ya que se forma una obstrucción que evita que los fluidos (o la comida) viajen con éxito por el esófago.
  2. Algunos perros están tan afectados que no pueden ingerir las calorías diarias necesarias y empiezan a perder peso. En casos extremos, algunos perros luchan hasta para que los fluidos lleguen a sus estómagos y se pueden deshidratar. En estos casos, podría ser necesario ponerle un tubo de gastrotomía.
    • Un tubo de gastrotomía es un tubo de alimentación que da acceso directo al estómago. Se pone bajo anestesia general e implica la colocación de un tubo de goma suave dentro del estómago, que se anclará en un lugar y saldrá al exterior a través de una incisión quirúrgica en el cuerpo. Solo sirven para alimentar por medio de líquidos, pero la ventaja es que la nutrición puede entrar directamente al estómago.
      • No obstante, los tubos de gastrotomía requieren unos cuidados constantes y una higiene rigurosa para evitar las infecciones en el área del estoma. La comida necesita licuarse para que pase por el tubo. Después de cada comida el tubo debe limpiarse con agua para retirar la contaminación que podría albergar bacterias. Obviamente, debido a que el tubo vacía su contenido en el estómago, la limpieza no se puede hacer con desinfectantes, sino con un chorro copioso de agua. Está de más decir que es un gran compromiso por parte del dueño.
  3. En un pequeño porcentaje de casos, el megaesófago es un síntoma de otro problema de salud, como el hipotiroidismo o la miastenia gravis. [2] El tratamiento de la condición subyacente puede ayudar a maximizar la motilidad esofágica.
    • Sin embargo, en la mayoría de casos no se haya ningún factor predisponente y el tratamiento se enfoca más en el control que en la cura. Lamentablemente, no existe un tratamiento farmacológico efectivo que promueva la contracción muscular del esófago.
    • A veces se usa un medicamento llamado metoclopramida por sus propiedades procinéticas en el estómago y en la parte terminal del esófago. La desventaja es que este fármaco también incrementa el tono del esfínter gástrico, de modo que aunque el esófago funcione mejor, terminará empujando la puerta cerrada del esfínter gástrico, así que volverás al comienzo.
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Parte 3
Parte 3 de 3:

Comprender esta condición

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  1. Esta condición ocurre por tres razones:
    • Los músculos del esófago no se contraen adecuadamente y no llevan la comida hacia el estómago.
    • Los músculos carecen de tono y se forman bolsillos que atrapan la comida.
    • Un anillo de vasos sanguíneos envuelve al esófago (un anillo vascular anómalo) y lo oprime físicamente en un punto de su longitud (imagínate poner tu pie en una manguera), deteniendo el paso de la comida.
  2. El síntoma más común del megaesófago es la regurgitación de comida regularmente. Esta regurgitación es un proceso pasivo en el que el perro solo necesita bajar su cabeza hasta el suelo para que la comida que reposa en el esófago regrese a la boca debido a la gravedad. Esta comida normalmente no se digiere porque no llega al estómago y ha permanecido pasiva en la bolsa.
    • Puede ser difícil notar la diferencia entre regurgitación y vómito, pero existe una diferencia sutil entre ambos. Vomitar involucra la comida que ha entrado al estómago y requiere contracciones musculares enérgicas que, con frecuencia, incluyen los músculos del diafragma y del estómago, para vaciar el contenido del estómago. Asimismo, incluye comida parcialmente, o totalmente, digerida, dependiendo de cuánto tiempo ha estado en contacto con los ácidos digestivos del estómago.
  3. Tu perro también corre un riesgo mucho mayor de inhalar accidentalmente comida o fluidos hacia los pulmones. Esto puede causar una neumonía secundaria, en cuyo caso el perro estará letárgico, toserá, respirará con dificultad y rechazará la comida. Los perros con neumonía tienden a estar muy delicados, pueden tener fiebre, rechazan la comida y progresan hasta llegar a un estado de colapso en cuatro o cinco días. La tos asociada es con flema y estertores.
    • Si el perro respira en el momento equivocado mientras regurgita, inhalará la comida o los fluidos, que pasarán hasta sus pulmones. Esto provocará una “neumonía por aspiración”, la cual puede ser muy grave y necesita tratamiento inmediato con antibióticos. Ten cuidado con la tos y busca atención veterinaria si ves que a tu perro le falta el aliento, se le ve mal o tose.
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Consejos

  • Las infecciones en el tubo o en la piel donde está insertado el tubo de gastrotomía son comunes. Si ocurre esto, se necesitará una terapia antibiótica y, si la infección es grave, tendrá que retirarse el tubo hasta que todo esté bajo control y luego se colocará uno nuevo bajo anestesia general.
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Referencias

  1. Megaesophagus in the dog: a review of 50 cases (Megaesófago en perros: Estudio de 50 casos). Boudrieau RJ. JAAHA 1985;21:33-40
  2. Megaesophagus in the dog and cat (Megaesófago en perros y gatos). Guilford WG. Sem Vet Med Surg (Small Animal) 1990;5:37-45

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